A veces creemos que viajar es ir lejos, ver cosas nuevas, tomar fotos.
Pero viajar —de verdad— también es detenerse. Es oler. Es tocar. Es escuchar cómo se desgrana un elote, cómo se tuestan los chiles, cómo alguien te dice "esto lo hacía mi abuela".

Aquí te comparto cinco razones por las que una clase de cocina puede cambiar tu manera de ver México:

1. Conectas con lo esencial
La cocina tradicional no se trata de técnicas complejas. Se trata de hacer sencillo lo que viene de lejos. Un mole puede parecer imposible, hasta que lo preparas tú, con tus manos, y descubres que lo difícil era no haberlo intentado antes.

2. Te llevas algo que puedes repetir y compartir
No importa si vives en Toronto, Nueva York o Berlín. Lo que aprendes en nuestra cocina puede viajar contigo y transformarse en comida para tus amigos, tu pareja o tus hijos.

3. Descubres sabores que no están en los restaurantes turísticos
Aquí usamos ingredientes reales del sureste mexicano: achiote, hoja santa, cacao puro, chile xcatic, maíz. Aprendes de dónde vienen y por qué saben como saben.

4. La comida une lo que el idioma a veces no puede
Nuestras clases son espacios de encuentro. Cocinar es un lenguaje universal. Y cuando compartimos mesa, los países desaparecen y aparece lo que realmente importa: las ganas de estar juntos.

5. Porque no hay mole sin fiesta, ni fiesta sin mole
Cada vez que cocinamos juntos, celebramos.
Celebramos a quienes vinieron antes, celebramos que estamos vivos, celebramos que el mundo —a pesar de todo— todavía se puede saborear.